miércoles, 16 de marzo de 2005

Pedigüeña

La mujer del semáforo ha cambiado de vestuario. Ha dejado los rebozos del invierno, el gorro de lana, las botas raídas y ahora parece más delgada, liviana entre los coches. Sonríe desdentada mientras pide a los automovilistas la limosna.
Tendrá… ¿entre veinte y cincuenta años?
Me mira a través del parabrisas. Un pañuelo de colores anudado en la cabeza.
A media mañana llegará su amo en un Mercedes deportivo. Se bajará un momento y le exigirá, con la manaza abierta, que le entregue el fruto de su limosneo agotador.

Invariablemente, me dan ganas de atropellarle.
Todas las mañanas.

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