martes, 22 de marzo de 2005

Los viajeros

La sala de embarque estaba repleta. Estaba claro que el avión iría lleno. Armada con un libro buscó acomodo en una esquina y por encima de las gafas de la presbicia se dedicó a observar a los otros que aguardaban, como ella, para subir al avión. Gente con niños, hombres con maletines, mujeres en grupo y aquellos viejos. Cuatro viejos muy viejos, vestidos de viejos, con olor a viejos. Estaban de pie muy cerca de donde después se formaría la cola para entrar al avión, una de esas colas absurdas puesto que cada viajero tiene su asiento adjudicado de antemano y de nada sirve entrar el primero o el octavo al avión.
Los viejos pues...
Llevaban unas bolsas de viaje de otra época, regaladas quizá en una agencia, o en un viaje de corte benéfico destinado exclusivamente a gente de la tercera edad. La mujer que les observaba intentó calcular cuántos años resultarían de sumar las edades de los cuatro. Trescientos sesenta si es que tenían una media de noventa cada uno. Casi cuatro siglos de vida dispuestos a meterse en un avión camino de París. ¿Qué se les habría perdido en París? O quizá esa ciudad sería sólo una escala en un viaje más largo. Vio que uno de ellos enseñaba a otro un rimero de billetes de avión, casi una libreta llena de itinerarios. Intentó imaginar ese largo viaje con escalas en lugares exóticos. De avión en avión; de aeropuerto en aeropuerto. Quizá daban la vuelta al mundo volando, invirtiendo en ello todos sus ahorros y su escasa vida restante. Sí, eso era, seguro. Cualquier día, en cualquier aeropuerto de cualquier ciudad exótica uno de ellos moriría esperando el embarque hacia otro lugar. Fin del trayecto. Stop. Y los restantes seguirían viaje hacia ninguna parte también, seguros sólo de una cita inaplazable.
La mujer no podía leer. Se quitó las gafas y suspiró. Miró al resto de los viajeros en la sala de embarque y entonces vio claro que el viaje termina sin retorno posible.

Embarcados como estamos, camino del matadero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué manía con los relatos breves!
se quedan las historias en el inicio. Ya sé que el resto se lo monta cada cual, pero a veces apetece seguir esa historia desde otras cabezas.