miércoles, 31 de diciembre de 2014

ARMAS CARGADAS DE FUTURO



"Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse".

Y si lo escribió Gabriel Celaya y lo hizo tan atinadamente, para qué añadir más en este día postrero de un año negro.
Porque si estamos tocando el fondo, hora será de ir levando anclas o soltar amarras o lo que quiera que hagan los marineros valientes antes las tempestades.
Todo menos quedarse al pairo.
Todo menos ver cómo zozobramos.
O nos hunden.
O lo intentan.

Maldigo a quien no toma partido, a quien no se remanga y lucha hasta desenterrar del fango aquello que quieren que olvidemos los interesados en la amnesia.

Maldigo a quien olvida que otros, antes que nosotros, también se vieron tocando fondo y alzaron la voz y las cabezas y se pusieron a trabajar.

Benditos quienes no se resignan, no se acobardan, no se esconden.
Acaso el futuro no exista o sea negro pero, de haberlo, será de esos valientes que toman partido hasta mancharse.
La poesía no es un adorno.
Sigue siendo (gracias, Celaya), el arma cargada de futuro; la tabla a la que asirse en mitad de una tormenta adonde nos llevaron quienes no tienen botes salvavidas, ni saben qué cosa sea la dignidad.

martes, 18 de noviembre de 2014

A PEDRADAS



Probablemente nunca abandonamos Atapuerca.
Es muy posible que esta dinastía de humanos a la que decimos pertenecer, con orgullo de "sapiens", vuelva una y otra vez a la caverna donde se refugió porque hacía frío y no había abrigo ni fuego ni la inteligencia suficiente para inventarlos.
El deporte rey no es el fútbol.
El deporte rey es el lanzamiento de piedras al vecino, para ver si lo descalabramos y ocupamos su lugar o le quitamos algo aunque no nos haga falta.
Qué bien se nos da destruir, criticar, amedrentar, lapidar, crucificar, prender piras, cortar cabezas, pisotear.
Qué pericia en la crueldad la de nuestra generación.
Pues eso. Nunca debimos abandonar Atapuerca. Ahora somos más dañinos aunque tengamos calefacción.

martes, 30 de septiembre de 2014

TVE Y CENIZAS







El día que aventé las cenizas de mi padre, el día que enterramos algunas bajo una estatua que le encantaba, ese día, tenía pendiente un rodaje para una serie en mi empresa,  TVE.

(Mi empresa, sí, porque llevo en ella más de tres décadas haciendo lo mejor que he sabido mi tarea).

Aventé cenizas amadas y me fui a rodar. A seguir trabajando en una serie divulgativa, cultural y de servicio público al ciento por ciento.
No diré que he dejado de vivir por culpa de mi trabajo. Diré que mi trabajo me ha aportado mucha vida, muchas alegrías, muchas personas a quienes conocer, mucha experiencia. Más gozos que penas.

Yo soy de esas gentes raras que se sigue emocionando cuando ve en la carretera una unidad móvil en la que pone “TVE”.
Yo soy una de las “afortunadas” que logró una plaza en unas duras oposiciones en un momento especialmente jodido de mi vida.
Yo debo de ser, según una opinión pública mal informada, una paniaguada, manipuladora, vendida, vaga funcionaria, ganadora de millones y no sé cuántas cosas más.

Y yo, según yo misma, ya perdonarán que personalice pero esto es muy personal, soy sólo una periodista afortunada por tener trabajo, por haberme ganado el pan durante años en la misma empresa, ésa que considero muy mía, muy nuestra, propiedad de todos y cada uno de los ciudadanos.

Porque yo, a pesar de los pesares, sigo creyendo en el derecho y el deber de formar, informar y entretener. En hacerlo con la mayor calidad posible, con honestidad y sin dilapidar un dinero que no es nuestro.

Ahora que todo está en juego escribo esto para que no se olvide.
Porque aunque las cenizas de mi padre continúen por ahí en la atmósfera, me sigue faltando el aire cuando pienso en él.

Y me ahogo cuando veo cómo quieren ahogar a mi empresa y a tantos profesionales que no tenemos más mérito ni hemos cometido graves pecados, salvo  intentar, cada día, ser honestos con nuestro oficio y nuestros conciudadanos.


lunes, 25 de agosto de 2014

EL PATIO DE MI CASA Y TWITTER




Si en ese patio de recreo que es Twitter el abusón tiene más seguidores que habitantes una ciudad mediana, es fácil que proceda a ejercer de matón.

Por eso me resulta difícil de entender que alguien con cientos de miles de personas que le leen no utilice ese poderío para mejorar las cosas, algunas cosas al menos.
Comprendo el endiosamiento. Puedo alcanzar a colegir que si tienes tras de ti a una masa ingente a la que movilizar te creas el rey o la reina del mambo.
Que si dices "buenos días" y empiezan ya a hacerte la pelota ¿Cómo no creerte que eres el amo, el ama, sandiós, como dicen en Navarra.

Me apenan los verdugos. Matan por un salario. Al menos tienen una razón.
Quienes me repugnan son ésas que hacen calceta al pie de la guillotina y aplauden cuando rueda una cabeza más y salen de la plaza salpicadas de sangre aunque sin haber matado a nadie.
Los gurús en Twitter critican al "Poder", pero ejercen de verdugos desde el anonimato, amparados por corifeos, pelotas y lamedores de traseros.
Los "muchosfollowers" adquieren poderes misteriosos que incluyen saber de todo, tener siempre la razón y no tolerar una sóla crítica, una salida de carril o la más mínima discrepancia.
Supongo que llegado ese momento, la razón por la que abrieron su cuenta, denunciar injusticias, mejorar el entorno, defender causas justas, pasa a segundo plano. 
O a tercero. 
O desaparece. 
Porque llega el momento de mantener como sea el "poder", el número de seguidores, la "influencia", el "a mí la Legión".
Y esas cuentas se convierten en pantomima, en juicios sumarísimos, en el reflejo exacto de aquello que pretendían abolir.
La penúltima diatriba ha afectado a alguien que es amigo de mi amiga, por eso me prometí y prometí escribir esto.
Y tengo un punto de partida: Cualquier palabra, por noble que sea, con terminación en "nazi", me da arcadas. Sea "femi" o "neo".
Hablar de feminismo o hembrismo, de machismo, de igualdad, de respeto admite tantas interpretaciones como opinantes.
Hacer equivaler una mirada a una violación es de idiotas.
Flaco favor hacemos a quienes sufren maltrato real, violaciones sádicas y situaciones que llevan al suicidio reduciendo al absurdo un atuendo, una actitud o un café.
Escribo esto con la perspectiva de los años. Con la que me otorga haber hecho prácticas, años ha, en un periódico que no tenía váter para mujeres, porque nadie pensó nunca que allí fuera a entrar a trabajar una mujer, salvo que fuera la de la limpieza.

A mí también me han dicho que "quito" el trabajo a un hombre.
Que por ser mujer tengo ventaja.
Que nos gustan los "tipos duros"...
Todos los tópicos que las mujeres conocemos tan bien, tan tristemente bien.

No sé si el machismo crece. Sé que la actitud de esas personas llamadas "feminazis" provoca un indeseable efecto rebote.
Y que cualquiera, sea alcalde o matón de patio en Twitter, se crea con derecho a despreciar a las mujeres. A todas las mujeres y sólo por ser mujeres.

Pensé, ilusa, que estas diatribas estaban finiquitadas. Que había llegado el momento de que mujeres y hombres, codo a codo, peleáramos contra los enemigos comunes, no entre nosotros. Que el poder de multiplicar mensajes que tiene Twitter iba a ser usado para cambiar a mejor algunas cosas.

Me equivoqué. El patíbulo está en medio de la plaza y las cabezas que salen rodando son las nuestras.
Y el verdugo sonríe con el dinero a buen recaudo y afila el hacha porque siempre habrá otra víctima a quien decapitar.
Y una masa, aparentemente inocente, aplaude enfervorizada, manchada de sangre que, mañana, puede ser la suya.

jueves, 14 de agosto de 2014

EN TWITTER









En Twitter me han dicho cosas que jamás he tenido que escuchar en la vida:
Me han llamado racista.
Mentirosa.
Falsa.
“Querida”,  alguien que no me quiere.
Mi profesión como insulto.
Mi profesión para hacerme la pelota.

En Twitter he encontrado muchas más personas buenas que malas, pero las malas, como en la vida, hacen más ruido y duelen más.

En Twitter he descubierto historias que merecían ser contadas y han sido contadas gracias al medio en el que trabajo.

En Twitter me han recomendado libros, música y… que dejara Twitter.

En Twitter he conocido a personas que luego he conocido verdaderamente fuera de Twitter. Pero ésta es otra historia que guardaré sin contar porque soy discreta.

En Twitter me han dicho lo más bonito que se le puede decir a alguien, que soy cabal y buena gente.

Total que iba a hacer balance y me ha salido esto, probablemente sin pies ni cabeza.
Porque Twitter es muy raro y absorbente y engancha y lo aborreces y sonríes y casi lloras, te asustas, te desconciertas, te asombras.
Creo que sigo por el asombro.
Es una razón como otra cualquiera.

Y por la buena gente, la razón más poderosa que uno puede encontrar en la vida.


jueves, 26 de junio de 2014

DE UN MENSAJE CON 26 AÑOS DE RETRASO.




Lamento haber sacado el viejo papel de entre las páginas. Acaso marcaba un punto especial en la lectura.
O puede que no, puede que el azar lo colocara ahí. Una mano que el once de agosto de 1988 marcó casillas con equis en una Primitiva. Jugaba al azar. Y al azar me llegó el libro “Madre noche”, de Kurt Vonnegut. Desde una librería de viejo en otra ciudad.
Desde el ayer.
Y había más, un número de teléfono sin prefijo. He buscado en Google con varios posibles y sólo aparecen empresas de albañilería. Eso ha sido un golpe bajo en el misterio del billete olvidado entre las páginas.
Pero había más en el reverso. Los premios entonces eran de 25.000 pesetas. Curioso.
Y otra anotación a mano. Una hora: 9:30. Una fecha: Martes 27. O sea, alguien anotó que 16 días más tarde había de acudir a algún lugar. Pongamos que al dentista. Qué desilusión de nuevo.
Pongamos que a una cita secreta y amorosa. Secreta porque el lugar no se anotó. Amorosa porque alguna licencia he de tomarme y me apetece imaginarlo así.
El billete ha amarilleado con los años. Casi 26.
Esperad, he descubierto otra cosa. Otra anotación a mano, esta vez en mayúsculas: LEÓN. Con su acento. En una esquina del billete. Diría que es letra de mujer, pero no estoy segura. Diría que ojalá no olvidase, igual que le pasó con el resguardo, que tenía una cita en el Barrio Húmedo, a hora temprana y que llegó a tiempo y que todo le fue bien.
Por añadir, que quizá hoy esa desconocida lea esta historia y rememore el encuentro, la novela, la apuesta a todo o nada. El resguardo perdido.
Y que pasan los años y aparece el olvido. Salvo que el mensaje esté escrito con letra fina y concienzuda y bolígrafo de tinta azul y te llegue a las manos como la botella de los náufragos que siempre somos.

(Para Hugo Izarra, que me recomendó leer "Madre noche".
Para Paloma, que me retó en Twitter a escribir esto.
Para quienes envían mensajes con la esperanza de ser leídos).

lunes, 12 de mayo de 2014

POR COMENTAR





Sé de sobra de los tiempos
de los muertos.
Aprendí bien la lección
y nada espero
de quien nada te dio
pues pudo darte
y no quiso.
Pues pudo ser
y no vivió.

No seré yo quien le convenza
de que puede resucitarse
con un ligero esfuerzo.
Ése que solemos llamar
Vivir.