miércoles, 23 de diciembre de 2015

PARA MI BUENA GENTE TUITERA


Nos acompañará la suerte. O no.

Triunfará el lado oscuro. O no.

Enfermaremos. O no.

Nos enamoraremos, se nos morirá alguien, nos nacerá alguien.

Y le queda poco al año viejo y, mal que nos pese, haremos balances mentales de lo bueno, lo malo, lo regular, lo insignificante, lo emocionante.

Y nos creeremos (ha de deberse a la condición humana) que esa hoja nueva del calendario que estrenamos nos traerá lo que el otro que va al contenedor de papel (o debería) no fue capaz de darnos.

Y seguiremos sin entender (aún tenemos ilusiones) que las del calendario funcionan como las de los árboles. Caen unas y hay otras nuevas aguardando para brotar y morir de nuevo.

Y eso del ciclo lo llevamos mal (somos humanos y mortales).

Así que no hay balance ni esperanzas. Sólo, desde aquí, salud para quienes sé que estáis enfermos. Os juro que esto es lo que más deseo.

Me ha hecho muy feliz tener proyectos, compartir los vuestros. Compartir.

Y me hará muy feliz (es condición Ruiz y Echauri) saber que os va bien, que seguís cuidando de los vuestros, escribiendo poemas, libros, tuits. Haciendo guiones, teniendo hijos o nietos o amores. Leyendo, oyendo música, componiendo música. Sembrando flores, cuidando a pájaros, perros y gatos.

Que encontréis trabajo quienes lo necesitáis, que os guste el vuestro a quienes lo tenéis. Que no os falte una caña ni un amigo a quien invitar a otra caña.

Que vivamos sin hacer daño. 
No encuentro otra manera ni nada más parecido a hacer felices a los otros.

Y el 2016 tiene un día más para todo eso.




lunes, 23 de noviembre de 2015

EL MUERTO EN EL ENTIERRO DE OTROS

El Periodismo (permita que lo escriba con mayúscula) no es una ciencia exacta, ni siquiera sé si es una ciencia. Sí que lo concibo como un noble oficio, tan noble que, de no existir prensa libre, no habría ciudadanos libres.

Y, llegados a esto, tan fácil de entender, empieza lo ininteligible.

Los ciudadanos han venido acostumbrándose en los tiempos recientes a que el periodista sea poco más que un vocero, un señor o señora que da gritos en platós televisivos, que nos imparte doctrina y parece querer medrar a toda costa a la sombra del poder o los poderes. Y cuánta gracia nos hace ese vocero, qué divertidos sus insultos, cómo sube la audiencia cuando acude a sentarse y sentar cátedra.
Y, hete aquí que, en parte por esos voceros, en parte porque leer cosas largas da pereza, en parte porque los mensajes simples se expanden con más facilidad que los complejos porque también da pereza (infinita) analizar… (ya dejo que respire) el Periodismo se ha vuelto periodismo.
Hasta que, cosas de la vida, el ciudadano, necesitado de saber verdades porque están los tiempos peligrosos, salvajes, sangrientos y desapacibles, ha descubierto que es muy difícil encontrar periodistas que le informen. Porque dar voces sabe cualquiera, pero se nos está olvidando informar. Informar, con mayúscula. Y el ciudadano, que no es tonto aunque algunos periodistas lo tomen por tal, busca la información en fuentes que no parezcan emponzoñadas y surgen medios nuevos con razonable éxito de audiencia.

Y el ciudadano, hastiado de famoseos, selfies y otras zarandajas se cree más aquello que narra alguien que firma con pseudónimo y que parece saber de qué habla. Y creo que el ciudadano tiene razón en ridiculizar al listo periodista que quiere ser artista, protagonista y el muerto en el entierro (pero en el entierro de otros, claro está).
Por terminar con la reflexión, en tiempos convulsos donde todo está en cuestión, donde el miedo va sentándose a la mesa de cada casa, donde ignoramos qué será lo próximo que nos sacuda, aterrorice y haga daño, los periodistas hemos de exigirnos hacer Periodismo. Y hemos de ser también quienes demos una patada en el culo (sean ambos, culo y patada, virtuales) a toda esa pandilla de voceros pagados de sí mismos y pagados (acaso, esto no lo puedo asegurar) por quienes prefieren que no sepamos y que nos divierta el circo.

Un mal periodista puede arruinar vidas, poner en peligro vidas y esto no es una cosa baladí.

El gobierno belga pidió a los medios un silencioso sigilo porque saben que hay mala gente suelta, gente dispuesta a matar y morir. Y los medios y los ciudadanos belgas asumieron esa enorme responsabilidad de callar y esperar.
Me pregunto qué hubiera pasado en España de ocurrir esto y me da pánico pensar en la reacción de quienes, sintiéndolo mucho, son del mismo oficio que yo. Un gremio que se basta y se sobra para hacer el ridículo cuando los ciudadanos precisan rigor y verdad.

Y silencio cuando el silencio sea una precaución por el bien de la mayoría y no censura.

miércoles, 28 de octubre de 2015

PANTALLAS SOBRE PANTALLAS





Antaño, en las noches de invierno,  ardían leños en los hogares. La luz de las velas provocaba sombras en las cortinas y cierta magia impregnaba la oscuridad.
Hogaño, me asomo a la ventana y no veo siquiera a la chica de ayer. Veo parpadeantes pantallas en todas y cada una de las ventanas.
Ventanas multiplicadas, repetitivas. Ventanas que llenan de colores cortinas y paredes.
Suenan gritos, discusiones airadas, risotadas, jaleos, música, estridencias.
Resuenan hasta confundirme porque tras el reflejo de las grandes pantallas veo otras más pequeñas. Tabletas, teléfonos móviles. En ellos se teclea aquello que se ve en la gran pantalla, el trampantojo principal, el santificador de cada salón, la peana hacia la que oramos los de ahora.
Y casi puedo oír mensajes entrecruzados, cháchara, diatribas, alabanzas.
Y miro de reojo a mis propias pantallas y leo cosas extrañas.
-      Ola, ke ase.
-      Quicir
-      Guapa no, lo siguiente
-      Me sigues y te sigo
-      Gane followers
-      El youtuber
-      El bloguero
-      El trending topic
-      El hastag
-      El site
-      Un fake

Y en esa cascada de términos, frases, anglicismos y nonadas descubro tópicos como los de siempre, pero tintados de una modernidad que no hace más que disfrazar lo hueco, lo huero, lo sin sustancia de casi todo. La volatilidad de lo que ahora importa, pero sólo ahora, porque mañana se habrá olvidado y las células de las pantallas se dedicarán a otros asuntos o nos despistará otra diatriba, o habrá un estreno de un nuevo y viejo programa donde gentes airadas escupirán insultos en vez de argumentos.
Una pantalla es un reflejo, también el lugar donde parapetarse, ocultarse, disimular         que no se tiene nada que decir, por eso suele decirse a gritos.
A veces en la redacción nos pedimos unos a otros sinónimos, como quien solicita una flor, el ornamento necesario para expresarse con precisión, para no confundir a quien nos lee o nos escucha, para que el mensaje sea claro y veraz y bien contado.
A veces, ante realidades atroces, nos faltan las palabras pero están, siempre están, siempre hay una, y certera, para expresarse.
Ah, pero qué cansado es hurgar en diccionarios, comprobar significados, decir con solvencia.

Y qué confuso usar sinónimos de “hermoso” para quien simplifica con un “qué guapo te ha quedado”. 
Tanta pantalla para tan poco contenido.
Tantas que, acaso, pronto sólo se reflejen en ellas 'palabros' y no palabras porque las habremos olvidado. 
O porque las matamos, con nuestra desidia, a diario.

jueves, 24 de septiembre de 2015

MUJERES



En mi primer trabajo, que no era tal sino prácticas no remuneradas, era la única mujer de la redacción. Por no haber, no había ni servicios para mujeres, sólo una puerta sin rótulo. Un urinario masculino al fondo y una cabina con retrete. Así que, si quería entrar, había de mirar bien que no hubiera algún hombre haciendo uso del urinario.
Esto no tendría la mayor importancia salvo porque representa un espíritu empecinado en mantenerse en el tiempo. Hay lugares que no son para mujeres.

A lo largo de todos los años que han venido después (y han sido unos cuantos) cada vez hay menos lugares donde no se haya previsto que fueran a entrar mujeres. Desde cuarteles, hasta quirófanos, cabinas de camión o avión, minas, campos, cuerpos de seguridad.

No, tampoco hay mujeres en el sacerdocio católico, sí en otras confesiones cristianas.

Es igual, yo iba al asunto de que ya nos hemos hecho un hueco, cosa absurda ésta, teniendo en cuenta que somos algo más de la mitad de la población.

No sé qué influencia tuvimos las mujeres de mi generación en esto de abrir camino, pero sí sé que tuvimos que padecer micro, macro y medio machismos de toda clase y condición. Al principio en silencio. Luego, alzando la voz en defensa propia y de las demás.

Leo ahora a mujeres muy jóvenes convertidas en adalides de un feminismo que no puedo sino admirar, pero.
Pero, sí. "Pero" porque cierto feminismo llevado al paroxismo provoca el efecto rebote, el chiste, la parodia, más machismo si cabe que el que anda siempre por ahí, latente, dispuesto a saltar a la mínima.

Porque sí, sigue habiendo hombres que piensan que una mujer trabajadora quita el trabajo a un hombre. Que el lugar de la mujer es la casa, el "hogar", dicen, como para santificarlo. Que vestimos como putas, que vamos provocando, que si la mató algo habría hecho.

Hay que educar, primero en casa, luego en la escuela. Educar en igualdad, paridad y humanidad.

Si nos tomamos como una grave agresión machista que un tipo se despatarre en el asiento del metro estamos desvirtuando esa lucha feminista que intenta conseguir algo más, mucho más importante, que ese poco de espacio vital en el transporte público. 
Ese tipo despatarrado no es un machista, es un maleducado.
Creo que a lo largo de mi vida he procurado ejercer el feminismo como mejor he sabido, no tolerando lo intolerable y despreciando lo despreciable, desde el piropo grueso a la opinión irracional.
Tengo mi hueco, mi espacio, mi voz, junto con otras muchas mujeres y otros tantos hombres. Y en lo tocante a relacionarme con ellos, casi puedo decir que me baso en la letra de una canción del querido y añorado Javier Krahe:



miércoles, 9 de septiembre de 2015

DE EXTRAÑAS HISTORIAS


Va terminando el verano. Ese tiempo en que parece detenerse el mundo, ése en que creemos que vivimos más o mejor o más libres.
Justo antes de que empezara la estación del sol y la molicie, algunas gentes reclamaban ese tiempo "para leer", decían, como si el resto de las estaciones nos impidieran tomar un libro y disfrutarlo.
Leo. Leo mucho. Leo bastante. Leo desde que mi padre me enseñó, yo tenía cuatro años, en la mesa de la cocina. La eme con la a "ma".
Leo bastante, pero en verano he leído muy despacio un libro que merece ser leído "El jilguero" de Donna Tartt. Una historia que se desliza y se extiende y se concentra en una espiral que nos lleva a un cuadro, ése que da nombre a la novela. Una obra de arte.

Ahora, asomando el otoño dorado, he devorado en una tarde otra novela: "La extraña historia de Maurice Lyon", del periodista (y escritor) Oriol Nolis. Y es también el arte, en forma de desasosiego, lo que llena sus páginas.
No mentiré, Oriol es amigo y compañero, me alegro de que se cruzaran nuestras vidas en una redacción, de que habláramos, de que sigamos en contacto aunque en la distancia.
Y he abierto su novela sin haber querido leer una sola crítica, ningún comentario. Nada. Sin pistas de adónde iba a llevarme ese Maurice Lyon, extraño, hermoso, obsesionado.
No daré pistas.

Sólo recomendaré una lectura que hace reflexionar sobre el valor. El valor y el precio. El valor de valer y de ser valeroso. La valía, la obsesión. Toda una colección de obsesiones. La obsesión del arte.

Ha sonado el teléfono varias veces mientras yo leía en silencio.
Se ha ido yendo la luz, como si la echara a bofetadas el otoño cercano.
Y he seguido leyendo, casi en la penumbra, porque necesitaba saber cuál era la última pieza del rompecabezas.

Sólo me permito recomendarles que lo lean. Si les gusta tanto como me ha gustado, habrá que agradecérselo al amigo Oriol, coleccionista de vida y, ahora, de letras hermosas.

miércoles, 17 de junio de 2015

UN REGALO



He de agradecer a @Gorg_blau el detalle de hacer este montaje de la historia de los cernícalos. Porque en Twitter hay muy buena gente que ha disfrutado con una nidada de aves en mi ventana. Una cocina abierta a todos, gracias a esto que llamamos tecnología y sirve para unir, afortunadamente.

lunes, 1 de junio de 2015

UNA AGONÍA GENEROSA




Mi abuela Cilveti, Corpus, la mujer de Serafín Echauri, no supo jamás ser egoísta. Ni creo siquiera que lo intentara.

En ella eran de verdad frases como “ojalá yo enferma y no tú”, “me quitaría el pan de la boca para dártelo” y otras del mismo estilo.

Mi abuela Cilveti, que había vivido tiempos duros, sabía que en esos momentos es cuando precisamente más se necesita de la solidaridad.

Mi abuela Corpus murió en su cama. Viuda desde hacía años, le acompañaba mi madre en ese trance.
Las grandes frases que pronuncian antes de morir los grandes personajes de novelas y películas suelen pasar a la posteridad. Y he pensado que merece la pena contar cuál fue la última frase de la abuela Corpus a su hija pequeña:

“Ponte la chaquetica, no te enfríes, mi chica”.

Dicho lo cual, expiró.

Ya os dije que jamás supo ser egoísta, ni siquiera emprendiendo su último viaje. Sabía que nada se deja atrás, quizá esto sólo, el recuerdo agradecido de una nieta a quien también enseñó a ejercer la generosidad. Y bien que se lo agradezco porque es una herencia incalculable.



miércoles, 29 de abril de 2015

ENSAYO GENERAL CON CERNÍCALOS


No tengo ni idea de si esto funciona. Son las primeras imágenes del anidamiento de cernícalos en mi ventana. La cámara ha hecho una foto cada minuto. Si se van pasando las fotografías se ve el movimiento de la hembra mientras empolla los huevos. Seguro que a alguien se le ocurre una forma infinitamente mejor de verlo o convertirlo en vídeo.
De momento, la jardinera y su nido sobre la tierra.