El vacío, la nada, la no luz.
Todo sabe a hiel. Tragos largos de amargura...
Y, aún así, alzaré la copa del vino viejo y sabio para brindar contigo.
Y te llevaré a pasear por los hayedos incendiados, verdes corales.
Un reflejo, acaso, del tiempo y de la nada.
Es desmedido este no-estar. No ser. No saber. No respirar.
El otro día escribí: "Vivimos para olvidarnos de la vida".
Amigo... la muerte es otra cosa.
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