lunes, 26 de agosto de 2013

MI OFICIO





Se preguntaba  en Twitter Guadalupe de la Vallina @Lupe_ (fotógrafa de admirar, por otra parte) el porqué a los periodistas la serie de Aaron Sorkin “The Neewsroom” no les termina de convencer. Aducen, en general, un exceso de idealismo en esos guiones que cuentan la vida cotidiana de una cadena de noticias.
Se ha escrito tanto sobre esa serie que no volveré sobre ello. Sí diré que me apasiona, igual que me sigue apasionando mi profesión, mi oficio, después de varias décadas de ejercerlo lo mejor que he sabido y podido.

Se preguntaba Lupe, también me interrogo yo, dónde están las ilusiones de quienes estudiaron periodismo en su momento o de quienes, a pesar de los pesares y los10.000 periodistas en paro de los últimos años, siguen empecinados en hacer periodismo.

Estudié mi carrera porque me gusta escribir y contar historias. Visto así, podría no haber estudiado o estudiar otra cosa y hacerme novelista, por ejemplo. Pero las historias que contamos los periodistas no son inventadas, llegan de la vida, de la calle, del dolor, del miedo, de la soledad y de todo lo que es humano. Ésa es la ausencia de truco literario en el periodismo. La realidad.
Sigo, al paso de los años, intentando contar esas historias. En televisión parece más fácil, por aquello de las imágenes que valen más que las palabras. Falacia a desmontar cotidianamente puesto que hay que añadir datos a las imágenes para que sean una información.

Sobre las nuevas generaciones de estudiantes que, cada año, a pesar del panorama desolador, siguen entrando en tropel en las facultades, quiero pensar que les guía ese mismo afán, el de trasladar al público la verdad de la vida, una parte de la enorme, ingente verdad que contiene la vida.
Pero, siempre hay peros, constato que antes los periodistas éramos (en buena parte) una suerte de escritores frustrados. Igual que los realizadores de televisión quisieran ser directores de cine, acaso.

Ahora… Ahora es todo incierto. Ahora los estudiantes (debería escribir las, porque son mayoría las mujeres) tienen mucho más interés en dejarse ver, en “hacer pantalla”, en que se les vea y reconozca que en hacer periodismo. Del de siempre, ése que requiere precisión, amor a las palabras, respeto por los temas que abordas, por las personas a quienes atañe lo que cuentas. Ése que, en televisión, se hace en equipo, porque el reportero es tu mirada y el montador quien da sentido a la historia cuando vas uniendo los planos hasta formar un relato visual.
Digamos, por simplificar, que ser periodista no es ser famoso. Has de estar en la sombra. Ser testigo y narrar lo que ves con toda la imparcialidad que alcancen tus conocimientos y tu sentido común.

La ilusión se pierde por el camino de la experiencia cuando todo es repetitivo, mecánico, inanimado. Cuando ya no eres capaz de contar las historias, todas y cada una, como se merecen, con exquisita delicadeza, comprensión y respeto.
Cuando las presiones externas te obligan a solapar la verdad, a mentir, a callar, se muere el periodista que te nació antaño.
Cuando te consideras el protagonista de la noticia, matas al periodista que una vez te nació.
Porque esto es vocación y oficio. Una fina ebanistería que trata de construir muebles exquisitos a partir de troncos duros, apenas podados.
Todo lo demás, son alharacas.

2 comentarios:

Gabriela Revel dijo...

Mis comentarios suelen ser habitualmente, en otro medio y por tanto limitados. Pero leerte hablar de tu oficio de este modo, me parece se merece una respuesta diferente.

Quisiera contarte lo que creo que cada ciudadano le debe al periodismo.

Sé que os debemos la mirada: sin juicio pero con criterio, con datos pero sin conclusión. Los ciudadanos os debemos la mirada que un periodista pone sobre aquello donde nosotros no llegamos.

Sé que os debemos una parte importante de la esencia nuestra propia ciudadanía. Sois el medio y modo a partir del cual cada uno de nosotros puede formar su criterio, y por tanto, ejercer sus derechos y sus obligaciones para con los otros.

Sois ventana y luz, y palabra e imagen.

Justamente por eso, cuando caen las libertades, sois los primeros acallados, los primeros perseguidos, los primeros anulados.

Hace poco, en un país convulso, antes de hacer nada, unos tanques groseramente prepotentes llegaron frente a la televisión pública. Antes de matar el Poder, decidieron que debían controlar las voces que pudieran contar el atropello. Ese fue el síntoma que anunció la brutalidad siguiente.

Además, están las luces, el show business. No importa, también es necesario.

Pero en nombre de muchos ciudadanos, aprovecho este hueco para pedirte que abraces a todos aquellos que a tu lado, cerca, alrededor y enfrente se pelean todavía, para que gente sencilla como yo, comprendamos mejor de qué destino somos protagonistas. Sepamos mejor en qué presente estamos,para imaginar y construir con armas más robustas el futuro.

Gracias. Y como se dice en algún sitio #periodismo

Un abrazo,

Gabriela

Genosma dijo...

A mi parecer también hay una confusión cada vez más extendida entre crónica y opinión. Todos quieren dejar su impronta en forma de frase lapidaria, por lo que llega un momento en el que no sabes si lo que te están contando es lo que pasa o lo que ellos creen que pasa. La investigación lleva su tiempo, pedir reseñas, buscar fuentes fiables... Reina la inmediatez y no todo se convierte en una pelea por asomar más la cabeza. Supongo que como en la mayoría de las profesiones...