miércoles, 22 de mayo de 2013

COMPRENDER

No hay mayor encanallamiento que pervertir las palabras.
Decir lo que no es, prostituir el verbo.
No hay mayor engaño que bautizar al antojo de quien sea la aplastante realidad que nos rodea.
No es "una larga enfermedad". Se llama cáncer.
No es "se quitó la vida". Se llama suicidio.
No es "bajo nivel de vida". Se dice pobre.
No es desempleo. Es no poderse ganar la vida.
No son aventureros. Son emigrantes, como sus abuelos.

Pareciera que hay alguien inventando disfraces para las palabras incómodas. Ésas que cuentan y cantan las cuarenta.
Pareciera que alguien creyera que, vestida de seda, la mierda ya no hiede.
Pareciera que lerdos somos para que nos engalanen el moho y nos lo vendan como sana ensalada.

Negando la mayor no desaparece.
Negando la realidad, tapándonos los ojos como niños asustados ante el ogro, no volvemos a la infancia.
Nada de niñerías.
Adultos engañados... la estulticia manda. Obedezcamos pues.


2 comentarios:

Genosma dijo...

El lenguaje es tan rico que es capaz de disfrazar la miseria para que resulte atractiva y no haga torcer el gesto a las conciencias acomodadas. También es capaz de disfrazar de genialidad la mayor estupidez, como queda demostrado en la forma de expresarse de nuestros representantes.

A.Ruiz dijo...


Tus comentarios siempre mejoran el original. ¡Gracias!