domingo, 24 de septiembre de 2006

Cruel otoño

Pensaba ayer en los muertos queridos. En quienes no verán este otoño metido en lluvias y ventiscas. Pensaba ayer en que no escucharé su voz ni sus risas.
Hoy vuelvo de revisitar a la muerte porque el otoño, cruel, desalmado, atroz, se acaba de llevar a otro amigo.
Aventaremos sus cenizas mañana y volveremos al trabajo. Su mesa estará vacía y nuestro corazón roto en mil pedazos. Los retazos de sus sonrisas, su alegría y su bonhomía perdurarán.
Se van, nos vamos.
Hojas muertas que aventa el otoño.
Qué poca cosa somos, compañero.
Apenas recuerdos en la memoria de quienes nos amaron.

viernes, 15 de septiembre de 2006

Días inciertos

Vivir es un arte.
En el amanecer de otro otoño me pregunto cuándo concluirán los días inciertos, cuando habrá una tregua al dolor y la angustia.
A la luz del alba todo es gris, el color no-color de las pesadillas.
Y el silencio rodea cada objeto. Ni siquiera la música es capaz de acallar el estruendoso silencio.
Vivir es un arte jamás consumado.
El cuadro donde siempre faltará la postrera pincelada.
La última línea del libro que nunca terminamos de escribir.
Vivir es un arte en estos días inciertos (con permiso de Celtas Cortos).

miércoles, 6 de septiembre de 2006

Fuegos artificiales

Brillan en la lejanía. La noche detenida. Fuego en el cielo negro. Fuego en el aire calmo y cálido.
Cargados de pólvora pacífica rompen la gravedad.
Suman fuego al calor.
Ardiente septiembre. Extraño septiembre de tormentas que no llegan y abrasadores cilicios.
La noche quema.
Hay fiesta en las afueras. Brillos nocturnos y fugaces.
Artificios en el cielo oscuro.
No son estrellas. Son mentiras en el aire.

domingo, 3 de septiembre de 2006

Carteros sin cartas

Leo a ratos una novela, ópera prima de Pablo Caballero (Caballo de Troya, 2006), con un largo título: "Cartas clandestinas de un cartero casi enamorado". Es un libro alejado de lo que se estila, o sea, con estilo.
Y leo ahora una noticia que parece escapada de una novela, o un cuentito. Un cartero de Messina, en Sicilia, guardaba en su casa dos toneladas y media de cartas sin repartir. Llevaba nueve meses sin entregar el correo a los vecinos pero, eso sí, lo atesoraba todo ordenado, en cajas.
La noticia no aclara si abría esas cartas destinadas a otros, si era un romántico o sólo un vago redomado.
En cualquier caso, me ha parecido curiosa la coincidencia, aunque el titular de la noticia sea tan poco original como "el cartero nunca llama dos veces".

viernes, 1 de septiembre de 2006

Septiembre

Nos empeñamos en septiembre como muñidor de otoños.
Fin del verano.
Operación retorno.
Hojas muertas.
Pero persevera agosto, cargado de calores, resistente a la lluvia, terco en su agonía.
Hay fiestas en muchos lugares, símbolos de recolecciones ya arrumbadas. No se vendimia con los brazos humanos sino con ingenios mecánicos. Y en los viejos festejos se celebraban cosechas, se adoraba a dioses paganos, Baco y compañía.
Ahora nos embriagamos durante todo el año, sedientos de por vida, bebedores de sueños y de aire fresco.
Infiernos de agosto que nos dan más sed, por mucho que nuestra sombra se alargue al atardecer.
"Ya se le nota al día", dice la gente, como si fuese un mérito humano el logro del otoño que no acaba de llegar.
Y nos devanamos en deseos de lluvia y frescor, otoñadas fértiles y sueños renacidos.
Brindemos por el fin del verano. Por suerte, en esta época, se llenan las copas con vinos nuevos, renacidos sabores olvidados.
Acaso, con su ayuda, podamos olvidar los malos tragos del persistente e infernal agosto.