miércoles, 28 de noviembre de 2012

Hibernaciones

Hay quien adora el frío. Añoran la nieve, las heladas matutinas, el rigor del bajo cero, el vaho tenue que sale de los orificios de nuestro cuerpo.
No soy de esas personas. Me encoge el frío, me desarma, me aturde, me demuda en alguien necesitado de fuego y arrumacos.
Y, a lo que iba. De pequeña, en una Pamplona gélida, cuando mi padre me llevaba de la mano por una Plaza del Castillo sembrada de hielo, yo recordaba el libro de texto de Naturaleza y esos osos acurrucados en la madriguera, al abrigo de las ventiscas, durmientes hasta que las primeras margaritas anuncian la primavera.
Estos primeros fríos del año a mí me alcanzan en estado de hibernación, en esa tercera acepción del Diccionario de la Lengua:
"Estado semejante que se produce en las personas artificialmente por medio de drogas apropiadas con fines anestésicos o curativos".
Anestesiada... Mirando por la ventana cómo el viento del norte juega con las hojas muertas.

3 comentarios:

Unknown dijo...

En cambio yo, soy de esas personas...

Recuerdo pasear con mi abuelo por el centro de mi Madrid natal, ataviado con una bufanda –me enrabietaba ponérmela porque sonaba a excusa para no ir al colegio al lunes siguiente– y con un color rojo en mi nariz, observaba como los transeúntes iban y venían como locos por ayudar a localizar los regalos que, posteriormente, los tres Reyes Magos depositarían en infinidad de hogares; y todo ello con el olor a castaña asada de fondo...

María González dijo...

Yo soy de esas personas... La diferencia es que yo no sé expresarlo de la manera tan bella que lo expresas tú...

raindrop dijo...

Espero que tras el letargo, tras la hibernación, sigas escribiendo.
Mientras tanto me quedo con esa imagen, en las palabras de Jacques Prévert:
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Les souvenirs et les regrets aussi.
Et le vent du Nord les emporte,
Dans la nuit froide de l'oubli.