sábado, 2 de abril de 2005

Antigüedades

Tengo colgados ante mí tres cuadros. Los pintó mi abuela paterna cuando era joven.
No son pinturas sino dibujos a lápiz o carboncillo. Un fondo de papel amarillento y trazos recios en negro.
En uno hay un paisaje; una extraña vivienda, mitad palafito flotante, sobre un lago o un río. Al fondo un soto de álamos que se elevan hacia el cielo. En primer plano una casa aparentemente acogedora, con chimenea, sólida, construida de piedra.
En los otros dos hay retratos de mujer. Son madonnas o diosas griegas o, quién sabe. Hermosas damas, tocada una con hojas de parra y zarcillos y aretes en las delicadas orejas. La otra no se adorna con cosa alguna, sólo un velo tenue en la cabeza y la mirada pensativa, ausente.
Tengo colgados ante mí tres cuadros. Firmados por mi abuela paterna.
Era joven, correrían en el calendario los primeros años de siglo veinte.
Han pasado cien años desde que mi abuela fue joven y pintora y soñadora.
Su obra persiste, puedo verla colgada ante mí mientras esto escribo.
Por sus obras los conoceréis.

No hay comentarios: