No
hay más cera que la que arde.
El
diminuto pabilo ya no alienta.
Se
extingue la llama sin necesidad de viento.
La
enorme catedral el escenario
del
fracaso del fuego
la
muerte de la cera
la
extinción de un deseo.
No
hay más cera que la que arde.
Y
la vieja se marchó a dormir
convencida
de que sus deseos
iban
a misa.
Sus
últimas monedas
alentaron
la
escasa persistencia,
el
fracaso de la llama.
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