domingo, 27 de febrero de 2005

Un cuento para el domingo

Caminaba mecánicamente. Cada mañana era lo mismo. Un corto paseo para terminar sumergiéndose en la vulgaridad del trabajo de la oficina. Apenas miraba a su alrededor; los otros que caminaban eran como ella, gentes que acababan de tirarse de la cama para acudir a la tarea cotidiana.
Sin embargo, fue diferente esa mañana. Sus pies se enredaron en algo cuando había dado unos pocos pasos. Pensó que era el primer aliento del otoño, las hojas marchitas desprendiéndose de los árboles del paseo. Pero, cuando bajó los ojos hacia el suelo comprendió que los árboles, todavía, no expulsaban folios blancos de sus ramas. Había decenas, cientos de páginas esparcidas que tapaban el pavimento cuadriculado de la rambla. Observó que algunos de los otros funcionarios se agachaban y recogían papeles del suelo, los miraban y rápidamente los volvían a tirar con una sonrisa triste...
La curiosidad hizo que ella también doblara la espalda para recoger un par de aquellas hojas, y, sin parar de caminar, empezó a leer. No eran apuntes de clases ni exámenes caducados como pensó al principio. Estaban, eso sí, manuscritos, con una letra muy cuidada, una caligrafía de las que ya no se estilan...


Ven desnuda a mi encuentro,
te espero
como espero al sol cada mañana.
Ven y escucha
tantas cosas
que mañana no podré decirte.
Ven y ayúdame a recordar.
Se me escapan la paz y el amor
entre estas letras...

Decidió dejar de caminar. Cogió diez y doce folios más del suelo y se sentó en un banco. Diría en la oficina que el despertador no había sonado esa mañana. Siguió leyendo, ya con avidez.

Despiértame, amor.
Roza mi pelo con tus manos,
mis labios con los tuyos.
Despiértame, amor,
porque te estoy soñando
y me niego a la pesadilla
de saber que al alba
estarás ausente de mi lecho.

Buscó entre las hojas recogidas al azar alguna pista de quién podría ser el autor de aquellos versos. Buscó anotaciones, frases tachadas, borrones de tinta. Un paseante le ofreció un montón de folios más, pensando que era ella quien había perdido tantas páginas. Una de ellas le llamó la atención. Era diferente, no contenía versos y estaba escrita con tinta roja:

"No me escribas más, Luis. No quiero volver a verte ni volver a recibir cartas ni poemas tuyos. Déjalo estar. Se ha terminado."

Y ella imaginó a Luis de madrugada, sembrando el paseo con tantas palabras enamoradas, dejando caer a su paso una lluvia derrotada de adjetivos, pronombres y verbos, para que el azar regalase a los viandantes los jirones de su alma, hecha pedazos


9 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy original tu cuento.Aunque repites con frecuencia en tus escritos la presencia de esa-e "voyeur" accidental que choca de repente con la vida-sentimientos de otros.
Espero que pases por aquí con frecuencia.Me gusta oir lo que nunca hablamos.Besos desde el ordenador vecino.

A.Ruiz dijo...

Pues gracias por tu crítica, está bien que nos critiquen.
Y la vida del "voyeur" es muy dura, sobre todo cuando se acaba implicando con el objeto o la persona vistos.
En cualquier caso, quedarse al margen es aburrido...

Anónimo dijo...

Esa repetición no es una crítica.Es la "sonoridad" de un verso-sentimiento que se repite.Yo creo que es una búsqueda que se tiñe de palabras.En todo caso me produce una sensación de tristeza.Una que tiene una vecina "voyeur"

Anónimo dijo...

A mí tambien me ha gustado. De hecho, queda un regustillo por saber más de estos personajes, de las razones que les han llevado a esta situación......
Enhorabuena

Anónimo dijo...

Siempre podemos jugar a continuar la historia ¿Hace?

Anónimo dijo...

Esperamos la continuación con impaciencia. A ello¡¡¡¡¡

Anónimo dijo...

Yo propongo que Luis harto de escribirle cartas y poemas a una "bívora" en vez de tirarlas al frío suelo,las "cuelga" en un "Weblog" que abre y yo lo descubro y él me descubre a mí...La "voyeur" se queda boquiabierta.Una vecina

Anónimo dijo...

...entonces la "voyeur" que es un poco pija,le regala un diccionario a la anónima,pero a Luis que le gustan,como a casi todos,las tontas,le deja de escribir.
La "voyeur" que, a estas alturas ya os habréis dado cuenta de que era la "Bívora",recupera al escribidor.lo dejo en la calle con unos folios en la mano...

Anónimo dijo...

Vale...... continuaré yo.
Pues iba la víbora y picó a Luis en el tobillo y entonces la que pasaba por allí le ayudó y así consiguió olvidar a la que decía que no le escribiera más.
Dedicado a la bívora de carmen