jueves, 29 de agosto de 2013

La historia de R.







La historia de R. es tan necesariamente breve como su vida. A los 19 muerto, apuñalado, hallado su cuerpo en una casa abandonada y, como gusta decir a la sección de sucesos “en avanzado estado de descomposición”.
La historia de R. para los periódicos termina ahí. También empieza ahí, porque nunca a nadie antes le había interesado la vida de un hijo de una madre enferma y un padre encarcelado. La vida de alguien que a los 9 años ya trapicheaba (por mandato de sus mayores) y sabía, él mismo lo decía, que jamás cumpliría los 30.
Ni los 20 llegó a cumplir.
La historia de R. me la ha contado A. que le escuchó, le atendió e intentó ayudarle a salir de un laberinto atroz.
Pero no fue suficiente. No hay medios para gente como R., esa gente que nace porque de algo hay que morir y cuyas vidas son perfectamente prescindibles para una sociedad que ya no mira, que no ve, que no quiere ver la miríada de R. que sale de las entrañas de familias (como también se dice en la prensa) “desestructuradas”.
La historia de R. que fue cosido a puñaladas en las afueras, en una casa abandonada, en la soledad y el miedo. Sin consuelo.
Hay más R. Muchos, miles, cientos de miles.
Y muy pocas A. que intenten abrazarlos y hacerles ver que hay salidas en todos los laberintos, por escondidas que estén, por mucho que a los R. del mundo se las escaqueen en un juego de magia siniestro.

lunes, 26 de agosto de 2013

MI OFICIO





Se preguntaba  en Twitter Guadalupe de la Vallina @Lupe_ (fotógrafa de admirar, por otra parte) el porqué a los periodistas la serie de Aaron Sorkin “The Neewsroom” no les termina de convencer. Aducen, en general, un exceso de idealismo en esos guiones que cuentan la vida cotidiana de una cadena de noticias.
Se ha escrito tanto sobre esa serie que no volveré sobre ello. Sí diré que me apasiona, igual que me sigue apasionando mi profesión, mi oficio, después de varias décadas de ejercerlo lo mejor que he sabido y podido.

Se preguntaba Lupe, también me interrogo yo, dónde están las ilusiones de quienes estudiaron periodismo en su momento o de quienes, a pesar de los pesares y los10.000 periodistas en paro de los últimos años, siguen empecinados en hacer periodismo.

Estudié mi carrera porque me gusta escribir y contar historias. Visto así, podría no haber estudiado o estudiar otra cosa y hacerme novelista, por ejemplo. Pero las historias que contamos los periodistas no son inventadas, llegan de la vida, de la calle, del dolor, del miedo, de la soledad y de todo lo que es humano. Ésa es la ausencia de truco literario en el periodismo. La realidad.
Sigo, al paso de los años, intentando contar esas historias. En televisión parece más fácil, por aquello de las imágenes que valen más que las palabras. Falacia a desmontar cotidianamente puesto que hay que añadir datos a las imágenes para que sean una información.

Sobre las nuevas generaciones de estudiantes que, cada año, a pesar del panorama desolador, siguen entrando en tropel en las facultades, quiero pensar que les guía ese mismo afán, el de trasladar al público la verdad de la vida, una parte de la enorme, ingente verdad que contiene la vida.
Pero, siempre hay peros, constato que antes los periodistas éramos (en buena parte) una suerte de escritores frustrados. Igual que los realizadores de televisión quisieran ser directores de cine, acaso.

Ahora… Ahora es todo incierto. Ahora los estudiantes (debería escribir las, porque son mayoría las mujeres) tienen mucho más interés en dejarse ver, en “hacer pantalla”, en que se les vea y reconozca que en hacer periodismo. Del de siempre, ése que requiere precisión, amor a las palabras, respeto por los temas que abordas, por las personas a quienes atañe lo que cuentas. Ése que, en televisión, se hace en equipo, porque el reportero es tu mirada y el montador quien da sentido a la historia cuando vas uniendo los planos hasta formar un relato visual.
Digamos, por simplificar, que ser periodista no es ser famoso. Has de estar en la sombra. Ser testigo y narrar lo que ves con toda la imparcialidad que alcancen tus conocimientos y tu sentido común.

La ilusión se pierde por el camino de la experiencia cuando todo es repetitivo, mecánico, inanimado. Cuando ya no eres capaz de contar las historias, todas y cada una, como se merecen, con exquisita delicadeza, comprensión y respeto.
Cuando las presiones externas te obligan a solapar la verdad, a mentir, a callar, se muere el periodista que te nació antaño.
Cuando te consideras el protagonista de la noticia, matas al periodista que una vez te nació.
Porque esto es vocación y oficio. Una fina ebanistería que trata de construir muebles exquisitos a partir de troncos duros, apenas podados.
Todo lo demás, son alharacas.

lunes, 19 de agosto de 2013

HUMANIDADES









Celebro tu alegría
Te abrazo en las penas
Siento tus venturas
Las comparto
Por ser eso que somos
Personas, a veces con ternuras.

Y dejo las trascendencias
Para que rías
Porque rías
Y recuerdes Les Luthiers
A carcajadas.

También puedo narrarte
Un bello cuento de hadas
Mas no por engañarte
Sólo para que batas las alas
Y en ese viento que organizas
Hagas trizas
Las desdichas malhadadas.

miércoles, 7 de agosto de 2013

LO RARO




Revisas esas fotos viejas
las de un archivo remoto
y no sabes si te alejas
de las cosas
los lugares
los momentos.

O cotejas los olvidos
los porqués
esos impulsos
de retratar
las cosas raras.

Y te encuentras con fachadas
mosaicos desnudos
y una luz que te deslumbró.
La luz desacostumbrada.

Y recuerdas lo que pasó
el día aquél
y después.
El revés que te dio la vida
ése que desconocías
mientras hacías 
la extraña fotografía.



lunes, 5 de agosto de 2013

LA CLAUSURA DEL ESTÍO









En la angustia de agosto doy por clausurado el verano. Porque no me gusta agosto.
Los días se acortan y los árboles empiezan a mostrar signos del enfermizo otoño.
Clausuro el verano porque la luz brillante te deslumbra.
Lo cierro porque las vacaciones son un invento (otro más) para tenernos entretenidos.
Echo la persiana porque al inicio del verano se murió un amigo y eso es una indecencia de la vida que no tolero.
¿Veis la fotografía? Ese hermoso verde, el extenso pinar, acabará siendo (más temprano que tarde) devorado por las dunas.
Y así lleva siendo desde antes de que estuviéramos.
Y así será cuando no estemos.
El fugaz fulgor de la luz.