viernes, 16 de junio de 2006

Tormentas

Se ha revuelto junio, embarcados los últimos días de primavera en rayos y centellas. Cabalgan a lomos de nubes negras y nos dan respiros pasajeros, sale el sol y se disuelven los nubarrones. Pero es sólo para coger fuerza y descargar de nuevo torrenteras de rayos y truenos, salvas celestes, aguas miles.
Así que esto del tiempo revuelto y fugaz se me antoja como la vida, un ir y venir de desastres a los que no podemos hacer frente, igual que las tormentas, los rayos que no cesan, y no son de amor -como escribió el poeta- sino de fuego y destrucción.

viernes, 2 de junio de 2006

Cuarenta de mayo

Hará tres años el cuarenta de mayo.
El calor licuaba las fachadas del hospital. Volaban las palomas buscando sombras y yo velaba a quien ya se había ido.
Le hablaba sabiendo que no podía oírme, intentaba aliviarle la fiebre buscando calmar la mía y no rezaba porque no rezo jamás.
Y el cuatro de junio hace un mes de otra ausencia. Esta vez prevista, diseñada, dibujada con la perfección de un cuadro, de una escultura que roba espacio al aire y rediseña los vacíos y los llena.
El dolor de las ausencias es extraño, no se calma, se agita en cada amanecer y nos subleva.
Las ausencias son huecos que nos va dejando la vida. Desapariciones y silencios. Vacíos y tristeza.
Y, sin embargo, percibo el dolor como algo bueno, creativo y vivo.
Hay que aprender a desaparecer, también. Como aprendemos a vivir en cada amanecer.
Y se nos va llenando la vida de ausencias y presencias.
Es extraño, pero es así.

jueves, 1 de junio de 2006

Todas las muertes

Comienza junio y nos saluda la muerte desde todas las portadas.
Se fue mayo y hubo en él otros muertos muy queridos.
No es la ausencia lo que más duele cuando alguien se va, es el silencio, la no voz. Es la callada por respuesta.
Deberíamos estar acostumbrados, la muerte es tan cotidiana como los amaneceres. Es soledad y silencio. Algunos dicen que paz.
Amanece junio con un viento frío tras las cortinas. Hoy todos hablarán sobre una muerte famosa. Pero a los muertos que amamos, a ésos, sólo nosotros los echaremos en falta.
Deberíamos estar acostumbrados. Cada día nos trae un amanecer y una ausencia.
Y tanto silencio.